Esta semana finalmente, miles de estudiantes en todo el país, tuvieron la oportunidad de regresar a las aulas. Un momento especial, diferente y único que sin duda era anhelado aquí y allá, de norte a sur. Era necesario, después de tantos meses aprendiendo y estudiando en condiciones muy diferentes, donde niñas, niños y adolescentes y claramente sus familias, debieron adaptar sus hogares para transformarlos en salas y espacios de la vida cotidiana, al servicio del aprendizaje.
Lo propio debieron realizar profesoras y profesores. No fue para nada fácil, sin embargo, gracias al esfuerzo de todos, no sin debate, se fue aprendiendo en el camino para encontrar la mejor forma para salir adelante con el deber de brindar educación.
Hoy, la situación es bastante más diferente. A pesar de que la pandemia sigue vigente y no debemos descuidar la implementación de medidas sanitarias y la aplicación de todo lo que hemos aprendido durante este tiempo, precisamente ese cuidado y compromiso es el que ha permitido el progresivo retorno a las escuelas.
No hace falta señalar mucho sobre la importancia de la educación presencial. Desde todos los sectores se ha insistido en sus beneficios y relevancia para la formación y desarrollo de las personas, en particular de quienes transitan por este proceso.
Así lo destacó también la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de Unesco y Unicef, a partir de los altos niveles de vacunación en las comunidades educativas y los protocolos establecidos para seguridad de quienes asisten a los establecimientos educacionales.
Los organismos han solicitado que la mirada debe estar puesta en las niñas, niños y adolescentes para la “recuperación del ejercicio del derecho a la educación, tal como lo establece el derecho internacional y los instrumentos normativos de Naciones Unidas, en particular la Convención sobre los Derechos del Niño”.
Así es como han declarado que las clases no presenciales, pueden llevar una pérdida de los aprendizajes y al aumento de la deserción escolar, junto con afectar a la salud mental de los menores. Sin dejar de mencionar la posibilidad de aumentar las brechas de rendimiento y las desigualdades.
Será necesario continuar trabajando de manera conjunta entre todos los actores involucrados en la educación, para garantizar especialmente la salud de los escolares y el desarrollo de las clases, sobre la base de un monitoreo constante de la situación sanitaria con el foco en cada establecimiento y las comunas de la región.
El diálogo permanente aquí es fundamental para alcanzar una buena coordinación entre autoridades, docentes, asistentes de la educación y las familias, con el propósito de poder ir mejorando y reforzando las medidas que posibiliten el acceso eficaz y seguro a las salas de clases.
Comenzamos un año escolar distinto, pero con muchas esperanzas, donde tenemos la posibilidad de poner a prueba todo lo aprendido durante este tiempo, porque si hay algo seguro, es que han sido años de mucho aprendizaje; también de incertidumbre y dolor, pero al mismo tiempo, donde hemos visto la práctica de la solidaridad y la preocupación por quienes nos rodean.
Hoy las escuelas vuelven a recibir la alegría y entusiasmo de los escolares, en una nueva etapa en sus vidas que también se convierte en una experiencia para el futuro y que nos lleva a poner en valor una vez más, el sentido más profundo de la educación, en una dimensión amplia y universal, vital y necesaria.
Por Nelson Cárcamo Barrera
Delegado Presidencial Provincial de la Antártica Chilena
Columna de opinión publicada el 6 de marzo de 2022 en suplemento “Análisis” de Diario El Pingüino.