Esta semana se cumplió un nuevo año de aquella histórica fecha cuando en 1940 el Presidente Pedro Aguirre Cerda fijó los límites del Territorio Antártico Chileno, estableciendo el comienzo formal de una relación del Estado nacional con el continente blanco que se ha acentuado y fortalecido en el tiempo hasta nuestros días.
La decisión del mandatario llegó a dar forma a los intereses universales por descubrir, llegar más allá de lo conocido y explorar el mundo desde uno de los extremos más llamativos, misteriosos y atractivos que se pueda conocer.
Bernardo O’Higgins anteriormente había sido uno de los grandes impulsores de la soberanía antártica reconociendo la ubicación y posición estratégica de la zona. Recién en 1947 logró concretarse la primera base chilena y así le siguieron posteriormente otras más que hoy lucen como espacios de colaboración nacional e internacional al servicio de la paz y la hermandad entre las naciones.
Así es como nuestro país, a lo largo de la historia ha reafirmado permanentemente una institucionalidad antártica con ejes y objetivos claros y específicos que son ratificados en el Estatuto Chileno Antártico que entró en vigor recientemente constituyendo un verdadero hito para el país.
Continente de paz, más que nunca es pertinente valorar los esfuerzos nacionales por considerar a la Antártica como un territorio fundamental para el desarrollo de la ciencia y la investigación como así también para los intereses soberanos chilenos. Su cuidado y protección forman parte de una visión nacional que debe perdurar y ser robustecida en el tiempo frente a los cambios dinámicos de un mundo globalizado y donde el medio ambiente sufre la amenaza real de la acción irresponsable reflejada en el calentamiento global y sus evidentes consecuencias.
Hace muy poco, el 4 de octubre recordamos los 30 años del Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente o Protocolo de Madrid el que nos vuelve a llamar la atención sobre una Antártica como reserva natural consagrada para la paz y la ciencia, prohibiendo las actividades relacionadas con recursos minerales y estableciendo la promoción de la conservación de la fauna y flora local, aspectos completamente vigentes.
En el comienzo de una atípica nueva temporada turística de cruceros y reactivación del sector regional tan afectado por las consecuencias de la emergencia sanitaria del covid-19, resulta oportuno no descuidar ninguna de las recomendaciones y protocolos establecidos para la actividad humana en el territorio antártico.
Inevitablemente volvemos a la ciencia y a la investigación las que con sus avances y desarrollo nos proporcionan permanentemente las herramientas necesarias para la oportuna toma de decisiones y Magallanes como región antártica, tiene el privilegio y la responsabilidad de asumir un rol protagónico en este sentido.
Desde su universidad regional, con la presencia activa del Instituto Antártico Chileno, la colaboración con otros centros de investigación, la región más austral de Chile tiene el deber de mirar al extremo sur desde una perspectiva particular, basada en la sustentabilidad del territorio.
Muy pronto estaremos recordando la firma del Tratado Antártico y con este hecho histórico para la humanidad, recordaremos una vez más una de sus disposiciones más emblemáticas que tienen que ver con los fines pacíficos de la región antártica y la promoción de la investigación científica y la cooperación. La Antártica sigue siendo el continente de un futuro que se construye desde nuestro presente.
Por Nelson Cárcamo Barrera
Delegado Presidencial Provincial de la Antártica Chilena
Columna de opinión publicada el 7 de noviembre de 2021 en suplemento “Análisis” de Diario El Pingüino.