Hace muy pocos días, este mismo diario abordó en su editorial la situación de las personas mayores en Magallanes alertando sobre algunos hechos de maltrato físico y psicológico a los que son sometidos.
Lamentablemente, se trata de una violencia que se viene repitiendo en la región. Podemos mencionar el caso de un hombre que fue encontrado en el exterior de una vivienda con un principio de hipotermia, o el hecho vivido a fines de julio cuando funcionarios del Servicio Nacional del Adulto Mayor junto a Carabineros debieron asistir a un grupo de 11 personas mayores desde un centro de larga estadía, según explicó el seremi de Salud, sin autorización para prestar este tipo de servicios y desde donde se habían recibido denuncias de malos tratos hacia los residentes.
Igual de preocupante es el hecho de que la mayoría de las personas no tenían un hogar familiar donde poder vivir por lo que debieron ser reubicados en otros centros.
De acuerdo con estudios del Senama, en 2020 se registró un aumento del 35 por ciento de casos de maltrato o vulneración de derechos en todo el país, en comparación con 2019.
Siguiendo con la información disponible por el servicio, el año pasado se conocieron casi 500 casos de abandono social, duplicando lo observado el año anterior.
La imagen del adulto mayor la asociamos casi siempre a la de nuestras abuelas y abuelos. Aquellos que siempre tuvieron con sus nietos un gesto o actitud de cariño y siempre lleno de bondad. Y con esa imagen vivimos, hasta que nos dimos cuenta, que no siempre su pasar era tan idílico y confortable; allí entendimos que el llegar a ser una persona mayor tenía implicancias no siempre reveladas o al menos, imaginables para quienes crecimos con otra idea de esta etapa de la vida.
Acontecimientos como los señalados son los que nos deben llevar sin ninguna duda hacia una reflexión generalizada sobre la forma en que estamos relacionándonos con las personas mayores en Chile y de qué manera enfrentamos sus necesidades y demandas.
Tristemente se ha señalado que a nivel mundial 1 de cada 6 personas mayores de 60 años sufre algún tipo de abuso, donde la mayoría de estos se perciben en instituciones. Organismos internacionales han advertido sobre el aumento del problema previsto para los próximos años.
Hace solo algunos días tuvimos la oportunidad de compartir con un grupo de personas mayores de la Provincia Antártica Chilena en un contexto de conversación franca y amena donde nos señalaron muchas de sus inquietudes y urgencias. Rabias y frustraciones muchas veces contenidas y otros tantos temas fueron expresados con la sinceridad y autoridad que muchas veces otorgan los años.
Y aquí, la primera reflexión está dirigida hacia nosotros mismos, pensando en, de qué forma le asignamos el valor y dignidad que mujeres y hombres se merecen en esta etapa de la vida.
Por dar un ejemplo de acuerdo con nuestra realidad local, cuando se solicitan condiciones adecuadas para realizar un viaje en atención a sus particulares necesidades, no podemos dudar ni un instante en atender a ese requerimiento con premura y disposición. Pero no se trata de una atención o una gestión que se deba llevar adelante, tiene que ver con la conciencia que como sociedad tenemos de las personas mayores y de cómo podemos avanzar hacia una comunidad más justa con sus integrantes.
En el contexto de una sociedad que pretende avanzar en desarrollo y calidad de vida, necesariamente debe observar con responsabilidad la forma en que se ocupa de las personas mayores, definiendo estrategias participativas de acción inclusivas dirigidas a detectar oportunamente la vulneración de derechos y respuestas acordes, además de aspectos vinculados a la promoción, formación, capacitación y sensibilización desde edades tempranas.
Por Nelson Cárcamo Barrera
Delegado Presidencial Provincial de la Antártica Chilena
Columna de opinión publicada el 8 de agosto de 2021 en suplemento “Análisis” de Diario El Pingüino.